Un equipo internacional de investigadores, liderado por Jaime Ibáñez, del Instituto de Investigación en Ingeniería de Aragón (I3A) de la Universidad de Zaragoza y del Instituto de Investigación Sanitaria Aragón (IIS Aragón), plantea una novedosa vía para estudiar el cerebro humano sin necesidad de métodos invasivos. La clave estaría en observar los músculos, en lugar de acceder directamente al sistema nervioso central.
El estudio, recientemente publicado en la revista Nature Biomedical Engineering, explora el potencial de los sensores musculares como herramientas para acceder de forma indirecta a la actividad cerebral. Según explica Ibáñez, los músculos no solo ejecutan las órdenes del cerebro, sino que también recogen señales procedentes de diversas áreas del sistema nervioso. Esa riqueza de información puede aprovecharse para estimar la actividad neuronal de forma no invasiva.
Tradicionalmente, el estudio directo del sistema nervioso central ha estado limitado por barreras técnicas, como la baja resolución, la sensibilidad a interferencias o la necesidad de métodos quirúrgicos. Sin embargo, los avances en sensores de electromiografía y en algoritmos de inteligencia artificial han abierto nuevas posibilidades para interpretar, en tiempo real y con gran precisión, las señales procedentes de las neuronas motoras espinales —la última etapa del sistema nervioso antes de que la señal llegue al músculo.
El trabajo se centra en estas neuronas motoras espinales, que integran señales provenientes del cerebro y la médula espinal. Su actividad se refleja de forma medible en los músculos, lo que convierte a estos últimos en una suerte de “pantalla” del sistema nervioso. La propuesta consiste en utilizar sensores musculares como interfaz para descifrar, de manera indirecta, la información generada en el cerebro.
Esta línea de investigación abre la puerta al desarrollo de tecnologías portables, seguras y accesibles, sin necesidad de intervenir quirúrgicamente al paciente. “Si conseguimos desarrollarla con éxito, estaríamos ante una alternativa no invasiva con múltiples ventajas frente a las tecnologías actuales, tanto por su portabilidad como por su potencial bajo coste y aplicabilidad fuera del ámbito clínico”, destaca Jaime Ibáñez.
El artículo no presenta resultados experimentales nuevos, sino que propone una perspectiva teórica respaldada por evidencias previas. Entre los retos señalados por el equipo están la necesidad de que el músculo esté activo para recoger datos útiles, la complejidad de interpretar señales durante movimientos dinámicos, o el conocimiento aún limitado sobre cómo se comunican exactamente el cerebro y la musculatura.
Pese a estos desafíos, la investigación marca un paso importante hacia nuevas interfaces cerebro-máquina, ampliando las posibilidades de interacción entre humanos y tecnología desde un enfoque menos invasivo y más conectado con nuestro cuerpo.